La madre más joven de la historia.
Lina Medina no había cumplido cinco años de edad cuando los brujos del villorrio donde vivía —en Lima, Perú—, comenzaron a preguntarse: ¿Qué le estaba ocurriendo a aquella niña cuyo vientre no dejaba de crecer?
Uno de los shamanes fijó su mirada en el cielo, «estableció» comunicación con el más allá y, minutos después, hablaron por su boca los inefables dioses de Los Andes: «Lina tiene una culebra dentro de la barriga —masculló—. Hay que sacársela».
Se sometió a la niña a varios de los ritos incas usuales en aquellos lugares. Pero —¡ay!—, ninguno de los procederes funcionó. Cuando finalmente no quedó nada «divino» por hacer, Tiburcio se echó a su hija a cuestas y caminó durante dos jornadas en busca de un médico de verdad.
Al llegar al hospital de la ciudad de Pisco, el doctor Gerardo Lozada (que aparece en la fotografía) se hizo cargo de los exámenes preliminares de Lina. La dimensión de su vientre fue lo que más le llamó la atención.
Pero, luego de evaluar una, dos, tres, diez…, ¡cien veces! las pruebas clínicas de la cincoañera con el rigor exigido por las circunstancias, llegó a una conclusión que lo anonadó como médico y como persona. «¡No es un tumor, es un bebé de ocho meses lo que la niña lleva en su vientre!», concluyó.
Efectivamente, a los dos años y ocho meses de edad, a Lina ya se le habían desarrollado los caracteres sexuales, tenía pechos, vello púbico y menstruaba. Su madre la mandaba a lavarse en el río cuando esto sucedía.
Su hijo fue criado creyendo que era el décimo hijo de sus abuelos, pero a la edad de diez años se enteró de que Lina no era su hermana sino su madre. En 1979 (a los cuarenta años) murió de una rara enfermedad en la médula ósea.
No se sabe quién fue el padre del niño, ni si la niña había quedado embarazada debido a una violación. El padre de Lina, Tiburcio, estuvo preso varios días como sospechoso por ello. Cuando fue liberado, las sospechas recayeron sobre uno de los hermanos de Lina, retrasado mental, que también resultó absuelto. En Perú se llegó a creer que Lina era una especie de Virgen María, que había concebido sin pecado original, por obra y gracia del Espíritu Santo. Todavía hoy en el pueblo donde vivía Lina, los pobladores creen que Gerardo fue hijo del dios Sol.
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